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¿Deben las mujeres callar en la Iglesia?

¿Deben las mujeres callar en la Iglesia?
Me ha llamado la atención leer un artículo titulado: «La mujer puede aprender, pero no enseñar». El título, le pese a quien le pese, es de lo más machista. Un machismo que durante siglos se ha intentado justificar con un par de versículos bíblicos. Aún, en pleno siglo XXI, siguen resonando en mi cabeza aquellas contundentes afirmaciones como: «No veo para qué  la mujer puede servir al hombre, si se excluye la función de tener hijos» (Agustín de Hipona), «La mujer fue hecha para servir y obedecer al hombre» (John Knox), o aquella que decía que «la mujer es deficiente e ilegítima» (Tomás de Aquino). Aún peor, aquella oración judía que hacían los varones cada mañana: «Bendito eres Tú, Dios nuestro, rey del universo que no me hiciste gentil, esclavo, ni mujer» (Oración resumida).




De hecho, es conocido que tal rechazo a la mujer judía, afectó al aprendizaje y formación de las mimas. Las mujeres no podían estudiar la ley como un hombre. El rabino Eliezer ben Hyrkanos, llegó a declarar que: «El que enseña la ley a su hija, le enseña lujuria». Efectivamente, las mujeres estaban mucho menos preparadas que los hombres en el conocimiento de las Escrituras, pero no por sus inferiores capacidades, sino a causa de las circunstancias y entorno en que les tocó vivir. Por ello, no me extrañan las afirmaciones de Pablo: «La mujer aprenda en silencio» (1 Timoteo 2:11), «porque no permito a la mujer enseñar ni ejercer autoridad sobre el varón, sino estar en silencio» (2:12) o «Las mujeres callen en las congregaciones, porque no les es permitido hablar, sino estar sujetas, como también lo dice la Ley» (1 Corintios 14:34). ¿Cómo van a enseñar si no han tenido la oportunidad de preparación que ha tenido un hombre? Como Leon Morris señala en uno de sus libros (La Primera Epístola de Pablo a los Corintios), las mujeres del primer siglo eran generalmente mujeres sin educación. Para guardar la correcta enseñanza y hacer crecer a la iglesia en un sano aprendizaje, era necesario que la tarea de enseñar estuviera a cargo del hombre. No obstante, si un hombre es un neófito, también debería callarse, por muy hombre que sea. Pues no se trata de ser hombre o mujer, ya que para Dios: «Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús» (Gálatas 3:28), sino de enseñar correctamente y con diligencia la Palabra de Dios: «que usa bien la palabra de verdad» (2 Timoteo 2:15). He escuchado a algunos hombres predicar y… ¡más les valiera haberse quedado callados!

Recuerda que en Corinto el mismo lugar en el que Pablo enseña que las mujeres deben callar en las congregaciones, las mujeres oraban y profetizaban en público durante el culto, y Pablo aprobaba tal situación con tal que se hiciera en el orden de Dios (1 Corintios 11).




Considero que el problema de la educación de la mujer ya se ha solucionado, al menos aquí en Europa. Llevo 4 años estudiando en una Facultad de Teología, rodeado de mujeres trabajadoras que, al igual que yo, se están capacitando para la obra del ministerio. Hemos aprendido lo mismo, pero, mientras yo tengo el privilegio de poder enseñar y predicar la Palabra de Dios en las iglesias, ¿ellas deben conformarse con enseñar en la escuela dominical?

Creo que se necesitan algo más de tres versículos fuera de contexto para llegar a tales conclusiones, pero claro, ésta es sólo mi opinión a la luz de mi entendimiento bíblico. Usted podrá tener una opinión diferente, y siempre tendrá mi respeto (pues no pretendo dar cátedra y puedo equivocarme), pero al menos, no evoque al mismo espíritu machista en el que han caído muchos de nuestros antepasados. No me repita la afirmación: «Detrás de un gran hombre, hay una gran mujer», ¡no!, dígame que: «Al lado de un gran hombre, hay una gran mujer».

Leer también: ¿Deben las mujeres callar en la Iglesia? (2da. Parte)




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