Ayub Saleh

El "Rambo" Iraquí que desafía el Estado Islamico

El rambo Iraqui
Una bestia corpulenta, armada hasta las trancas y de poblada barba negra. Despiadado en el campo de batalla y motivo de orgullo para sus maltratados compatriotas, necesitados de grandes dosis de autoestima. Así es el Rambo de Bagdad, una mole que la propaganda manufacturada en el Irak chií ha transfigurado en superhéroe de la azarosa lucha contra las huestes del autodenominado Estado Islámico. "No sé por qué me llaman así. El nombre por el que se me conoce aquí es Abu Ezrael, el ángel de la muerte. En realidad, me llamo Ayub Saleh", cuenta a Crónica el hombre más admirado de la porción de tierra libre del yugo yihadista. Al otro lado del hilo telefónico su voz suena firme, tan implacable como su puño. "Vivo en Bagdad. He participado", explica, "en las escaramuzas contra el Daesh [acrónimo del IS en árabe] en las provincias de Al Anbar y Saladino".




De sus hazañas en el frente ofrecen detallada información los medios de comunicación locales y las cuentas de Facebook, Twitter e Instagram que ha abierto su legión de seguidores. Su figura musculosa y gigantesca suscita una extraña alegría en un país abierto en canal. "Lo cierto es que no entiendo por qué tengo tanta fama. Alá debe de estar conmigo", murmura Ayub mientras recuerda el anonimato de su vida pretérita. "Era el almuédano [el muecín que convoca a los fieles] de una mezquita de Bagdad. Estudié tecnología y era un funcionario normal y corriente".

Batallas filmadas

Una existencia tranquila que sacrificó en junio de 2014, apenas unos días después de que los adláteres del caudillo del IS, Abu Bakr al-Bagdadi, se hicieran con el control de Mosul, la segunda ciudad de Irak, ante la desbandada nerviosa de policía y ejército. "Escuché la fatua [edicto religioso] del gran ayatolá Ali al-Sistani y me registré para participar en la contienda. Desde entonces he participado en muchas batallas, que he filmado para que queden registradas para la posteridad", narra Ayub Saleh.

El rostro que atemoriza a los yihadistas milita desde aquel verano en las brigadas Imam Ali, una milicia chií integrada en los batallones Hashid Shaabi (movilización popular, en árabe), afines a Irán y claves en los progresos cosechados por el Gobierno iraquí en los últimos meses.

Los soldados de la brigada presumen de ser tan salvajes y crueles como el enemigo que combaten, y las organizaciones internacionales de derechos humanos suelen hallar su firma en los crímenes de guerra perpetrados a modo de revancha sectaria en las poblaciones que recuperan. "Los hombres del IS merecen la máxima del Corán que dice: 'Para todo lo inviolable deberá aplicarse el talión. Y quien se exceda con vosotros, obrad con él en la misma medida'", resuelve Ayub. Él ha aplicado la cita al pie de la letra.




El pasado agosto divulgó un vídeo en el que aparece junto al cadáver de un presunto yihadista colgado boca abajo, en los alrededores de la refinería de Biyi, la mayor instalación petrolífera del país emplazada a unos 200 kilómetros al norte de Bagdad. En los fotogramas siguientes, alza su espada y corta el cadáver, completamente carbonizado, como si se tratara de porciones de kebab.

"Fueron enviados a la batalla por élites que presumen de su fuerza pero, como ven, han terminado como un shawarma [un tipo de kebab] Éste será el final de todos ellos", proclama Ayub en el vídeo mientras saja la pierna del caído.

"Todo lo que hicimos aquel día fue, después de matarlos, colgar sus cuerpos por las calles para que sirviera de lección. Lo que dicen de nosotros los medios de comunicación es mentira. Aseguran que hacemos eso con todos los suníes que encontramos en nuestro camino, pero no es cierto. Es sólo el castigo al que sometemos a los combatientes del IS", replica ahora el púgil. "No nos gustaba la idea de quemar los cadáveres de nuestros rivales", agrega a continuación, "pero después de ver lo que hacían con nuestros amigos, cómo les prendían fuego, decidimos cobrarnos la vendetta con la misma moneda. ¿Qué otra alternativa teníamos? No íbamos a quedarnos de brazos cruzados después de lo que le hicieron a nuestros camaradas".

No hay en sus palabras la más leve señal de remordimiento. "De momento", advierte, "no decapitamos como ellos hacen. Cuando la gente me pregunta por nuestros métodos, les digo: 'Id al frente y observad las ciudades que han caído bajo el yugo del IS. En su callejero las casas han quedado reducidas a escombros y los negocios han ardido. Ésa es la ley del IS. Arrasar con todo aquello que encuentran a su paso'". Tanto tiempo guerreando contra el adversario le ha permitido a Ayub conocer a quienes se mueven sigilosos en las trincheras ajenas. "Se sorprendería con el arsenal que manejan. Es armamento llegado de Arabia Saudí, Turquía y Estados Unidos. Cuando recuperamos territorios, nos llevamos alguna que otra sorpresa.




La mayoría de los combatientes del Estado Islámico consume drogas. Los cadáveres que hemos localizado no están circundados. Es decir, no son musulmanes y apenas hay árabes entre ellos. Son casi todos extranjeros", cuenta el villano más célebre de las milicias chiíes. Y apostilla: "Hemos hallado heroína entre sus restos. Se colocan antes de ir a la guerra para participar en la batalla privados de toda consciencia".

El gladiador también dispara contra la propaganda del califato, que en no pocas ocasiones ha logrado sembrar el pánico entre sus contrincantes. "Suelen decir con júbilo que han tomado este o aquel pueblo, pero lo cierto es que sólo está en su imaginación. Yo converso con ellos a través de Facebook y soy capaz de detectar sus continuos embustes".

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