Los Rays de Tampa Bay se miden a una selección de peloteros cubanos en el estadio Latinoamericano de La Habana, en medio de la primera visita de un presidente de Estados Unidos a Cuba en casi 90 años.
Que los históricos acontecimientos políticos-deportivos levanten reacciones opuestas, es algo normal y comprensible. De acuerdo al filósofo griego Heráclito, el padre de la dialéctica: "la contradicción no paraliza, sino que dinamiza".
"Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz", dijo el ex presidente mexicano Benito Juárez, la principal figura del liberalismo de su país en el siglo XIX. Basándonos en la frase de Juárez, es fácil entender porque muchos cubanos, diseminados por el mundo, no aprueban el acercamiento del gobierno estadounidense y la oficina de las ligas mayores con las actuales autoridades de su país.
Después de todo, Cuba tiene un sistema de gobierno que no acepta oposición, elemento obligatorio en una sociedad democrática, y que ha provocado la separación de miles de familias en más de medio siglo de control absoluto de los movimientos y pensamientos de sus ciudadanos.
Para los cubanos en el exilio, un exilio compuesto mayormente por una generación que nació en los países donde recalaron sus ancestros, que Estados Unidos esté restableciendo relaciones diplomáticas con Cuba sin poner condiciones es una especie de traición. Así lo ven ellos. Es su derecho y hay que respetarlo.
Pero por otro lado, tenemos el punto de vista del "borrón y cuenta nueva" tan efectivo en el pasado para poner en la mesa del diálogo a antiguos enemigos y resolver diferencias políticas y hasta filosóficas de diferentes temas y materias.
"Locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando obtener resultados diferentes", dijo alguien hace mucho tiempo -- aunque se atribuye la frase al científico Albert Einstein, está más que demostrado que no es suya -- y ese pensamiento sigue teniendo una vigencia eterna.
En un momento ideal de su carrera, cuando no está haciendo campaña para mantenerse en el gobierno, Obama se embarca en un proyecto para cambiar un método que claramente no ha dejado resultados favorables. Algo parecido a lo que hizo el presidente Jimmy Carter en 1979, cuando reconoció el gobierno comunista de la República Popular China como el único representante legal del ahora gran aliado económico de Estados Unidos.
Seguro que los chinos residentes en Estados Unidos y otros lugares del mundo, con sus razones, criticaron agriamente el reconocimiento de Carter. Hoy, es tema enterrado que no se menciona con mucha frecuencia.
En lo que respecta al béisbol, históricamente, el talento cubano ha sido muy apreciado por las Grandes Ligas norteamericanas, pero el sistema actual para reclutar al pelotero de la mayor de las antillas es altamente costoso para los equipos, peligroso para los jugadores e inaceptable desde el punto de vista humano.
La aventura de hombres valientes como Orlando Hernández, que se lanzó a aguas infestadas de tiburones en una rústica balsa para tratar de cumplir el sueño de jugar en Grandes Ligas, fue sustituida por sórdidas historias de traficantes de seres humanos, que aprovechando la necesidad de los cubanos, los sacaron de sus países en modernas embarcaciones para venderlos como esclavos en el mercado del béisbol.
Más de un caso terminó en cortes de La Habana y Miami y otros ni se llegaron a conocer porque los protagonistas simplemente desaparecieron antes que se convirtieran en noticia.
Grandes Ligas lo sabe y quiere desmantelar esa industria ilegal y denigrante antes que la granada le explote en las manos, ya que el velo político que la cubre, se cae por su propio peso. El presidente Obama le está dando las herramientas para hacer posible la creación de un sistema más práctico, más lógico y más humano y lo más inteligente es que MLB aproveche la oportunidad.
Todos los cubanos -- y todos los seres vivos de buena voluntad -- los que están a favor y los que están en contra, sueñan con una situación en la que los ciudadanos de Cuba, sean peloteros o cualquier otro oficio, puedan tener libertad de trabajo, de religión, de pensamiento, de movimiento. Pero ni siquiera Dios pudo hacer el mundo en un solo día. Vamos a darle tiempo.
Cuba no es "Utopía", la isla perfecta de la magistral obra del mismo nombre del teólogo y escritor inglés Thomas More, pero tampoco lo es China, ni Estados Unidos, ni Japón, ni ningún país del mundo.
La visita de Obama y el partido entre Rays y Cuba debe ser visto como lo que es: El genuino intento de conseguir con el diálogo y el intercambio deportivo, lo que no se ha podido conseguir con el embargo comercial, económico y financiero de Estados Unidos contra Cuba.
Un bloqueo que más que minar el poder absoluto del gobierno, ha dado herramientas a los que están en el poder para perpetuarse, ayudó a deteriorar la calidad de vida del ciudadano, al tiempo que estancó a Cuba en el pasado.
Obama y MLB merecen un voto de confianza en esta iniciativa de sembrar la semilla de lo que con el tiempo podría convertirse en el florecimiento de una situación más próspera para nuestros hermanos cubanos y más justa para los peloteros que salen del caimán caribeño.
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